domingo, 9 de septiembre de 2012

Piedras de río sonoro

Si piedras trajo el río es porque lleva rato sonando.

No son pocos los años que tengo pensando en que me gustaría participar en la carrera de 'multisport' más importante del mundo: la Speight's Coast to Coast. He visto los vídeos, leído algunos libros y hablado con la gente que corresponde. Así que de tanto hablar, darle vueltas y visualizar, ya el asunto es más palpable que nunca.

Con Steve Gurney, 9 veces ganador de la Coast to Coast. Foto tomada recién llegado a NZ; hoy en día tengo un par de kilos menos en gran parte porque ya no llevo ese gran copete.
Transformar una idea o meta en realidad, no toma más que comenzar a trabajar en torno a ella y ser consecuente. Hay que dar los primeros pasos, sean estos conversar sobre el plan con los demás, indagar sobre el rumbo a seguir o encarar el asunto sin mucho titubeo. 

Creo que mi afición por asumir algunos retos deportivos sin ser un buen atleta siempre ha sido bastante ingenua, por no decir ilógica. Me acuerdo de aquel día en que por primera vez vi el Eco-Challenge por la tele y me dije que me era imposible hacer algo similar, pero que algún día lo intentaría. No he participado en nada precisamente de esa magnitud todavía, pero la idea me sigue llamando la atención y por estos lares hay varias pruebas de ese estilo.

En algún momento quise hacer un triatlón y, sin prepararme debidamente, hice un Ironman criollo en la Isla de Margarita...muy, pero muy, lentamente. La lección fue dura, pero después de unas quince horas y media y luego de que llegaran los otros 20 finishers, crucé la meta de último, con apariencia de cadáver pero más vivo que nunca. 

Así también pasó con el Mont Blanc. Mayde y yo conversamos sobre el tema; pensamos que lo más probable es que no pudiéramos hacer algo de ese estilo, pero luego de dos años y un montón de aprendizajes y aventuras, cruzamos la meta de la UTMB en Chamonix, aunque la carrera fue recortada debido al mal tiempo.

Hoy, tengo el reto de hacer una mítica carrera en Nueva Zelanda. De hecho, me sale aprender un deporte nuevo, prácticamente de cero. Igual que antes, veo muy difícil que la pueda terminar, pero ese miedo, esa duda y esa incertidumbre hacen que me llame aún más la atención. 

Sin mucho tiempo para digerir la decisión, me encontré con kayac nuevo y navegando rápidos. Este fin de semana pasado, tomé un curso de certificación en ríos de grado 2 y me sometí a la respectiva evaluación el último día. Fueron 3 jornadas en el agua, varias zambullidas tanto voluntarias como involuntarias y otro montón de aprendizaje.


El sitio fue el río Mohaka, muy cerca de Taupo, al centro de la Isla Norte y donde se celebra el Ironman de este país. El lugar me trajo muchos recuerdos de mi hermosa Mérida, aunque se encuentra a una altitud mucho menor.


El primer día en el agua nos enfocamos en repasar todo lo que habíamos visto en la primera fase del curso. Es decir, aquello que hicimos en las playas de Auckland y las sesiones en piscina. Luego, sin mucho tiempo para pensar, comenzamos a descender rápidos. El instructor nos hablaba sobre las mejores líneas a tomar y dejaba que cada quien resolviera.



Éramos 4 participantes: 3 de ellos en botes de multisport sumamente rápidos pero con el gran costo de la inestabilidad y yo, en mi lancha Nueva Esparta, tremendamente estable pero mucho menos veloz. Al pasar el primer rápido, sentí que mi inversión en el bote fue justificada. Mis tres compañeros se voltearon mientras que yo me quedé en el bote como si nada. Esa escena se repitió unas 15 veces (total de 'nadadas involuntarias' de mis compañeros). Fue increíble ver cómo su confianza y destrezas se iban deteriorando conforme les pegaba el frío y el cansancio. Estoy seguro que tan pronto tengan el dominio de sus respectivos botes me pasarán volando.


El día siguiente hicimos un poco más de recorrido. Los colegas agarraron un poco más de confianza, pero igual nadaron bastante. Ese día yo también me uní. Llegamos a un rápido que denominan algo así como la 'Carnicería', un rápido que según el instructor era posiblemente peor que cualquier cosa que íbamos a ver en la Coast to Coast. Salí de tercero y al entrar en el rápido, cayó el primero. El segundo se paralizó y, obviamente, al agua fue a dar. A mí  se me quedó grabada la idea de que, ante cualquier problema en el río, hay que seguir remando.

Sin embargo, al tratar de no pasarle por encima a los recién volteados, la proa se salió del rápido mientras que la popa seguía en el agua en movimiento y al frío río fui a dar. Lo primero que hay que hacer es agarrar la pala y el bote con la misma mano y levantar los pies. Así hice, pero tan pronto tenía el control del bote, me llegó el compañero que iba de cuarto y también venía volteado. Su bote me golpeó en el casco y se alojó entre mi brazo y mi propio bote. Yo no quería soltar mi kayac, pero el pana no hacía nada por librarse tampoco. Íbamos velozmente río abajo y enredados. No me quedó otra que soltarme y luego tratar de juntar mis macundales. Así llegué a la orilla y pude hacer el autorescate, mucho más humilde que al inicio de la sesión.

En una de las múltiples paradas, el instructor nos dijo que la mayoría de las volteadas se pueden evitar con un movimiento tipo cachetada. Se levantan los codos y se da un bofetón al agua del lado en el que se está cayendo y luego, rápidamente, se hace una fuerte paleada para seguir avanzando y ganar estabilidad.


Yo ya sabía que iba a perder el tercer día por compromisos laborales y, por ello, traté de sacarle provecho a las dos salidas previas a nuestra evaluación. Volví a Auckland esa misma noche. Al día siguiente, salí a correr con Mayde, cumplí con el trabajo pendiente y en la noche ella me acompañó al Mohaka, a unas 5 horas de donde vivimos. No lo habíamos planificado así, pero resultó excelente. Mi compañera de aventuras estaba presente en otra más de las locuras que se nos ocurren. Ella todavía no se siente muy tentada por remar en rápidos.


Llegó el cuarto y último día, el de la evaluación. Practicamos técnicas, distintas paleadas, rescates y descendimos varios rápidos. Nuevamente nos enfrentamos al rápido carnicero y en esta oportunidad dos de nosotros nos quedamos en nuestros respectivos botes y no tuvimos que nadar. Sin embargo, una de las pruebas más interesantes de nuestra evaluación fue sin bote. Tuvimos que caminar por la orilla y lanzarnos por un rápido y practicar las técnicas de nadada. El plan era caminar hacia la mitad de la corriente y luego dejarse llevar río abajo boca arriba y con los pies en alto, salir hacia la orilla izquierda y luego nadar 'agresivamente' boca abajo hacia la orilla derecha. Sólo me falló la primera parte. Dí un par de pasos para ubicarme hacia el centro pero me arrastró el río; pude a duras penas corregir el rumbo, no sin antes sentir un par de piedras golpearme la espalda. El resto del ejercicio salió bien ¡aunque creo que involuntariamente rompí mi regla de no orinar en el wetsuit!


A pesar de la roncha que pasamos los participantes, los cuatro nos 'graduamos'. Ya tenemos el único requisito formal para inscribirnos, el certificado en Aguas Rápidas de 2ndo Grado. Por mi lado, me queda entrenar y bastante. No va a haber muchas oportunidades de remar nuevamente en rápidos así que me quedaré con los abundantes recuerdos de esta salida y el pocotón de aprendizaje.

El río sonó y sin duda trajo piedras. Pronto me estaré inscribiendo en la Coast to Coast.

Félix