miércoles, 30 de abril de 2014

8 1/2

"La vida puede ser una comedia o una tragedia. Todo depende de cómo la veas". Woody Allen, Melinda y Melinda.

Nunca tuve la capacidad de análisis como para ser un indiscutible conocedor del buen cine. Por ello, tengo una relación de amor y odio con las películas de Fellini. Algunas me parecen las más geniales que existieren y otras no logran mantenerme interesado por mucho tiempo. Culpa de mis propias limitaciones, sin duda.

En fin, llegué a Fellini por mi afición a las películas de Woody Allen. En ambos directores/guionistas ciertos temas suelen repetirse y, si bien se puede decir que el italiano precede al estadounidense, me quedo con éste último. Qué se diga lo que fuere, sea cierto o no, sobre su vida personal, Woody es un verdadero genio. Hasta de sus peores películas, como la que incluye la cita que abre esta entrada, queda algo.


Del "8 1/2" de Fellini, no obstante, me quedo fascinado con la facilidad en la que se confunde la realidad con la fantasía. Pero, sin duda alguna, lo que más me impresionó de esa película fue la genialidad del director italiano en crear una obra cuyo tema central era la incapacidad del protagonista, irónicamente un director de cine, en justamente sacar adelante una película ante un vacío emocional y creativo. Era precisamente lo que se le criticaba al mismo Fellini en esa época y, pues, respondió con magna obra maestra sobre la limitación que sus críticos le achacaban. 

Así, entonces, con perspectiva cuyo enfoque continuamente se ajusta y desajusta, seguimos Mayde y yo en esta aventura de acoplarnos a una nueva vida en un nuevo país. Ha pasado ya un año y, entre fantasía (las metas trazadas inicialmente) y realidad (los pocos logros momentáneamente alcanzados), llegaron las fechas de nuestras respectivas carreras deportivas, las primeras de 2014.

8...

Llegábamos tarde, justo acabándose la luz natural. Me bajo del carro y apresuradamente busco la bici. Mientras tanto, un equipo de apoyo de lujo (dos ingenieros y un arquitecto) fusiona sus neuronas para garantizar que mi campamento y demás asuntos pre-carrera estén al punto.

A mitad del camino me quedo sin luz. Es que salí con prisa, pero mal preparado, a hacer una vuelta de reconocimiento del circuito y sólo llevé la luz de repuesto y no la principal. Espero que pase otro corredor y me le pego atrás para tratar de aprovechar sus luces. El pana, mucho más talentoso que yo, lleva un paso fenomenal. Logro aguantar un poco pero iba al margen de mi ritmo. Lo último que quería era fundirme antes de la carrera. El evento, llamado LunarC, era una carrera nocturna de ciclismo de montaña. Comenzaría a las 10 p.m. y terminaría a las 6 a.m. Había que hacer la mayor cantidad de vueltas a un variado y exigente circuito de 10 kilómetros durante 8 horas.

Finalmente, llego al campamento base, tomo una buena cena y ahí mismo me acuesto a dormir un par de horas. Mayde, Jen y Alex han hecho un gran trabajo en tener todo listo mientras yo daba golpes por ahí en esa vuelta de reconocimiento.

Se dan las 10 p.m. y finalmente arranca la carrera. Me ubico más o menos a mitad del grupo, pero el paso es rápido y el camino cerrado. Por más medido que quería ir, siempre tenía a alguien atrás, esperando pasar y terminaba yendo un poco más forzado de lo que quería.

Las primeras vueltas pasan rápido. Nunca había hecho un circuito tan fuerte en una carrera larga. Finalmente, en la tercera vuelta, comencé a bajar la guardia. Tres caídas tontas y una vuelta más lenta que las dos previas. Resulta que no estaba usando mis luces a plenitud y la suspensión trasera de mi vieja Specialized había perdido el aire totalmente.

Como a las 4,5 horas, me paro a comer, reponer el aire de la suspensión y cambiar las pilas de las linternas. El equipo de apoyo estuvo perfecto y, tal cual como en una parada de pits de Fórmula Uno, salí recargado a seguir en la ruta. Las sensaciones eran buenas y el ritmo constante.

A pocas horas de terminar el evento, saco cuentas y veo que no voy a lograr hacer una vuelta más por falta de tiempo. Tenía que llegar unos minutos antes y la falta de condiciones y el cansancio acumulado no iban a permitir que los recuperara.

Llego a hacer lo que sería mi última vuelta. Como algo, recargo el aire de la suspensión nuevamente, dejo las luces y me pongo mi maillot de Venezuela. Lo que estaba haciendo yo no era ninguna hazaña. En cambio, en Venezuela, la gente luchaba por salir de una pesadilla aparentemente sin fin. Eso sí es resistencia y eso sí es coraje. Crucé la meta con ello en mente.

Terminé contento, sin mucha energía pero entero. Logré un totalmente inesperado séptimo lugar en mi categoría y once vueltas en un circuito bastante exigente. Todo resultó en un gran aprendizaje que será súper útil. No me imagino, sin embargo, hacer el triple de la distancia, pero justamente ése será el próximo reto: las 24 horas de Hidden Vale.



...y medio.


Una semana después de mi carrera, Mayde volvía a las competencias después de lo pasado a finales del año anterior. En esta oportunidad correría 21,1 km. Era otra carrera bastante peculiar. Al contrario de la mía, ésta comenzaba de día pero terminaba de noche. Salían de la Universidad de Queensland, cruzaban el río un par de veces, les caía el atardecer y terminaban en la pista.

Mayde entrenó sin presión los meses previos. La idea de hacer esta carrera era simplemente tener algún evento que la mantuviera entrenando pero que no fuera algo demasiado importante ni estresante. Así que se preparó diligentemente, pero sin bombos ni platillos. Había todavía mucha incertidumbre sobre cómo reaccionaría su cuerpo.

Obviamente, no queríamos que se repitiera lo de su última carrera, en la que terminó en el hospital durante 5 días. El plan era que mantuviera su mejor paso pero que no llegara a sus límites porque todavía su condición cardiaca, si es que la tiene, sigue sin diagnóstico y ella continúa con un incómodo implante incrustado en el pecho (monitor interno).

Oscar, Gustavo y Mayde se alinearon cerca del área de partida. Eran tres venezolanos: Para el primero sería una nueva oportunidad de hacer la primera carrera que corrió al llegar a Australia y un paso más en su preparación para el maratón; para el segundo sería su primera vez en esa distancia; y para Mayde era una gran incertidumbre.

Pude verlos a los tres tanto en la ruta como en la llegada y, me atrevo a hablar por ellos, todos cumplieron sus metas.

Mayde me cuenta que se sentía muy bien e iba a un paso mejor del previsto. Pero por ahí por el kilómetro 12 ó 13, sintió un poquito de presión en el pecho y bajó el paso. Pudo haber sido algo mental o físico, no se sabe. El caso es que como en el kilómetro 17 ó 18 retomó el ritmo y terminó su carrera en buena forma.

¡Al final de cuentas bajaría casi 5 minutos de su mejor marca en esa distancia!  El cuerpo y la mente están donde deben estar y, yo, enormemente afortunado de compartir con ella todas estas aventuras.

"No hay final. No hay principio. Es sólo la infinita pasión de la vida". Federico Fellini.

La vida no suele ser como la pintan en el cine, obviamente. Pero es uno el que decide cómo la ve: tragedia o comedia, o un poquito de ambas. Seguimos buscando un mejor futuro, tambaleamos aquí y allá, a veces vemos la fantasía un poco lejos de nuestro alcance y muchas veces la realidad resulta siendo mucho mejor que lo soñado, pero a todas estas no dejamos de hacer las cosas que nos apasionan. En esta oportunidad, fueron 8 horas de MTB y 1/2 maratón.

Félix