martes, 20 de mayo de 2014

24 horas y 12 minutos

Esta es la reseña de dos carreras: Las 24 horas de Hidden Vale (ciclismo de montaña) y el Mount Coot-Tha Challenge (110km de ciclismo de ruta). Los protagonistas son los mismos, pero esta vez cada uno por su cuenta.

Mi cuento de las 24 horas comienza casi un mes antes de la carrera en sí. Es que se acumulaba el drama y la incertidumbre. Sin bicicleta, sin equipo de apoyo y sin el entrenamiento necesario, todo se veía excesivamente cuesta arriba.

A un par de semanas de la carrera, en vista de tanto rollo, ya no quería competir. Mandé un correo electrónico al organizador explicándole un poco la situación y pregúntandole si había posibilidad de retirarme a estas alturas. Me dijo que lamentaba mucho que no participara y que por su parte no había problema, que tratara de solventar y si no lo lograba, pues me reembolsaba la inscripción.

Poco a poco las cosas se fueron enfilando. Gustavo, quien ya se había ofrecido antes, se reunió con nosotros y planificamos juntos cómo nos íbamos a organizar. ¡Prácticamente sacrificó su Semana Santa con su familia para unirse a esta locura! En cuanto a la bicicleta, pues no fue sino hasta el jueves (dos días antes de la carrera) que probé la nueva bicicleta que tuve que comprar a última hora (Tarkus, como el cachicamo metálico de ELP). Con el drama solventado, ya lo único que quedaba era competir. En realidad, con un preámbulo tan gris, me parecía que lo más fácil de todo iba a ser montarme en la bici desde el mediodía del sábado hasta el mediodía del domingo.

Nunca había hecho una carrera de ciclismo de 24 horas, pero no era la primera vez que hacía un evento largo. Mientras más se acercaba la carrera, mayor era la curiosidad por ver qué iba a pasar.

Gustavo, me daría cuenta a lo largo de esta aventura, no es una persona que hace las cosas a medias. Estaba mejor preparado y sabía más acerca de este tipo de carreras de lo que yo pudiera imaginar. El pana había indagado, leído y --lo más clave del asunto-- entendido a plenitud el evento y venía dispuesto a dar lo mejor de sí. Mayde, por otra parte, me conoce mejor que nadie y, como atleta, sabe bien por lo que yo pudiera estar pasando y qué pudiera estar necesitando. Bárbara y Oscar pasarían antes del amanecer del domingo para prestar un valioso apoyo ya avanzada la carrera.

A las 12 del mediodía arrancaban las 24 Horas. Inicialmente, la ruta me pareció durísima, el calor insoportable y la bicicleta nueva incómoda. Sabía que algo no estaba bien. Hasta en las partes menos complicadas sentía que iba incómodo. Termino un par de vueltas más y sigo sin entender por qué me siento tan mal. Peor aún, por el calor, me estaban dando calambres en las pantorrillas. Llego a la zona de transición y simplemente le digo a Maydelene que no me estaba divirtiendo. Todavía era de día y ya estaba en mal estado anímico y físico.


(Con Tracy, ganadora de su categoría en las 24 horas)

Se hace de noche y luego de una parada un poco larga para cenar e instalar las luces, decidimos ir donde el mecánico de la carrera. Yo sabía que el terreno era difícil pero sentía que la bicicleta no me respondía. Revisan la suspensión delantera. ¡Resulta que estaba en 115 libras de presión, cuando lo que me corresponde por mi peso era aproximadamente 75 libras!

El cambio fue del cielo a la tierra. Llevaba como unas 9 horas de carrera y me dolía de todo, pero el cambio anímico fue total. Comencé a disfrutar estar prácticamente solo en el recorrido. Los competidores estábamos todos distanciados y algunos se habían acostado a dormir o hacían paradas más largas. En un momento alucinante, veo como un kanguro brinca a mi costado un rato, luego acelera, cruza justo en frente de mí y sigue brincando por el otro lado de la ruta.

Me acordé de algo que había leído o escuchado en algún momento: "Hay que hacer las paces con el dolor". Me daba cuenta que no iba a sentir menos dolor, pero algo me decía que tampoco mi condición iba a empeorar. Tal vez mis vueltas nocturas fueron más lentas, pero fueron los momentos más estables anímicamente de la prueba. Cada vez que pasaba por el campamento, Mayde y Gustavo se ponían de pie, me daban comida o electrolitos, revisaban la bici y me despachaban rápido. Y, cada vez que estaba en los puntos más distantes de la ruta, me entusiasmaba por avanzar para pronto poder compartir con ellos un par de minutos.

Hubo luna llena toda la noche pero, de repente, desapareció. Hizo un poco más de frío. Creo que bajé el paso un poco. Luego ocurrió un episodio que no estoy seguro si lo soñé o si realmente sucedió: me bajé de la bicicleta en la parte plana y comencé a caminar sin motivo alguno. Todavía no sé si en realidad pasó o no. ¿Será que me quedé dormido un par de segundos y lo soñé? Ni idea.

Seguí en esa misma vuelta, pero me molestaba que la luz ubicada en el casco y la que llevaba en el manubrio se cruzaran y perdía el enfoque en la ruta y hasta me mareaba. Sentí que me ponía visco momentáneamente. Mi ritmo se deterioraba. Así que decidí parar. Eran las 5:40 a.m.; ya tenía casi 18 horas en carrera. Llegué al campamento y le pedí al team que me despertara a las 6 a.m. o tan pronto vieran que saliera el sol y me lancé en una camilla que teníamos en el campamento. Tal habrá sido mi estado que le pasé por un costado a Bárbara y Oscar, quienes habían venido para apoyarnos, y ni los vi.

¡Fueron los quince minutos más valiosos de la carrera! Me levantaron y justo comí, tomé café y salí muy motivado. La parada cuadró perfectamente porque me acosté a oscuras y me levanté con los primeros rayos de luz. Es cómico cómo se pierde la perspectiva, pero estaba contento porque faltaba "poco" (unas 6 horas más). En algún momento de esa vuelta, será por el cansancio o la falta de calorías, me emocioné mucho; estaba feliz por lo que estaba haciendo, contento de vivir en un país en el que hacer este tipo de locura no es cosa de otro mundo y agradecido por tener a gente tan valiosa sacrificando  una noche sin dormir por un capricho mío.

Llego a hacer una de mis últimas vueltas y me dicen que estaba peleando el quinto lugar en mi categoría. Hasta ese momento, nunca habíamos hablado de puestos. Mi meta era hacer 12 ó 13 vueltas y ver si podía tal vez infiltrarme entre los primeros 10 de los 16 inscritos en mi categoría.

¡Al fin, terminé haciendo 16 vueltas (259 kilómetros) y quedando en el tercer lugar de mi categoría (12 en la general)! Fue una gigantesca sorpresa y, definitivamente, no hubiera sido posible sin un magnifico equipo de apoyo. Muchas gracias a Mayde, Tracy, Bárbara, Oscar y Gustavo por compartir conmigo esta gran aventura.


Un par de semanas más tarde, le tocaba a Mayde competir. Iba a participar en un evento de ciclismo de ruta de 110 km, pero en la cual sólo 2,2 km constituirá la carrera como tal. Es decir, rodaban socialmente toda la distancia pero sólamente cronometraban la escalada a Mount Coot-Tha, una corta pero empinada e icónica cuesta.

Era la semana de la bicicleta en el estado de Queensland y se había organizado todo tipo de evento para celebrarla, desde seminarios sobre técnica en montañera y ruta, presentación de películas, rodadas organizadas, carreras de ciclocross hasta foros para promover el ciclismo como medio de transporte y diversión familiar. El lema era: "Eat. Sleep. Ride. Repeat."


(Mayde y Tracy en el Mt Coot-Tha Challenge)

El gran cierre justamente era el Mt Coot-Tha Challenge en el que participaba Mayde. La acompañé hasta la salida, en la que se juntó con varios de nuestros compañeros de rueda entre semana, entre los cuales estaba la admirable e incansable Tracy...¡Sí, la misma que había ganado su categoría en las 24 horas dos fines de semana antes! Me cuenta Mayde que la rodada estuvo bien organizada y que hasta hubo varias paradas. De hecho, hasta les tocó montarse en una especie de ferry para cruzar el río.

En cuanto a la subida, le fue de maravilla (12:01 minutos). ¡Pudo mejorar su tiempo en casi 30 segundos y, para sorpresa de todos, ubicarse en el tercer lugar de su categoría! Un gran logro que me llena de orgullo.


(Esperando el Ferry en pleno evento)

Luego de estas dos tremendas satisfacciones caímos enfermos los dos. Nada grave, sólo los pestones típicos que a veces vienen con el cambio de temporada. Ahora recuperados, no tenemos ningún otro reto deportivo a corto plazo pero sí una nueva aventura.

Desde hace años, cuando nos planteamos rehacer nuestras vidas fuera de Venezuela, lo hicimos con ciertas metas en mente. Varias se han distorsionado y otras se han reajustado, mientras que algunas están más claras que nunca. Si bien los cronometros de nuestras respectivas carreras se detuvieron, el mío a las 24 horas y el de Mayde a los 12 minutos, el tiempo para concretar nuestros planes extradeportivos sigue transcurriendo, estemos listos o no, se den las condiciones ideales o no.

Félix