martes, 9 de abril de 2013

Coast to Coast 2013 (primer día)

Han pasado varios meses desde la última entrada; tal vez demasiados. A veces me parece bastante trivial escribir acerca de paseos, carreras y mis supuestamente grandes aventuras cuando a mi alrededor suceden cosas realmente transcendentes y cuando en mi país ocurren cosas impensables.

Pero de la misma forma en la que buscaba espacios de distracción cuando vivía allá, los cuales cada vez se iban recortando, pues seguiré echando algún cuento sin mucha relevancia y con poca seriedad, pero con ánimos de compartir cualquier tontería y dejar algún rastro en esta bitácora virtual.

Hoy escribo desde Australia. Después de cuantioso papeleo, abundante trajín y una excesivamente larga espera, es aquí dónde echaremos raíces.  Nueva Zelanda nos trajo experiencias inolvidables y amistades que resistirán el tiempo y la distancia. Fue un año y medio que dejó un enorme aprendizaje y ha servido como una buena transición que facilita la adaptación ahora en nuestro nuevo destino.

Antes de marcharnos, y desde la última entrada en el blog, pudimos cumplir tres metas en NZ. La primera fue un Medio Ironman oficial que hizo Mayde, en el que bajó 20 minutos su mejor tiempo previo en esa distancia. 



La segunda fue la Coast to Coast; era una carrera con la que tenía años soñando y sobre la cual echo el cuento a continuación. La carrera abarca 243 kilómetros y recorre la Isla Sur de extremo a extremo, desde la costa oeste (Mar de Tasmania) hasta la costa este (Océano Pacífico). La categoría élite compite en lo que sería el campeonato mundial de Multisport y hace el recorrido en un solo día, mientras que los mortales echamos una buena siesta a mitad del asunto para luego seguir al día siguiente. En un día o dos, todos tendríamos que hacer un montón de etapas: 3 km de trote, 55 km de ciclismo de ruta, 33 km de carrera de montaña, 15 km de ciclismo de ruta, 67 km de kayac en rápidos y 70 km de ciclismo de ruta. 


Mi intención original era participar en la carrera de 1 día porque era la que inicialmente había visto.  Además, alguien tendría que llegar de último y yo quería postularme. Pero, finalmente, tuve que tomar la decisión de participar en la de 2 días. La razón principal fue mi poca habilidad en el kayac. Nunca había remado en rápidos y el bote que había comprado me daba estabilidad pero no me iba a permitir, por más destrezas que adquiriera, librar el corte de tiempo en río. 

Finalmente, después de la carrera y como gran despedida de ese increíble país, recorrimos la Isla Sur de Nueva Zelanda durante unos 35 días (fotos aquí) y de ese viaje hay material para una o más entradas adicionales.

Antes de la carrera: 


Salimos de Auckland en la Isla Norte el mismo día que entregábamos el apartamento, mandábamos nuestras pertenencias en barco para Australia y hacíamos nuestro último día de preaviso.  Esa misma tarde, metimos lo que pudimos en el carro y rodamos hasta el primer campamento que conseguimos antes del anochecer. Lo importante, creo yo, era salir de Auckland ese mismo día y comenzar la aventura. En ese momento, no tenía cabeza para pensar en carrera alguna. Sin casa ni trabajo y con la mayoría de nuestro reducido inventario de pertenencias en el carro, nos lanzábamos a la aventura más incierta de nuestras vidas. Como nómadas, nos mudaríamos de país nuevamente al final de todo este cuento. Nunca habíamos estado en una situación tan precaria o probablemente inestable, pero nos sentíamos con ánimos de afrontar prácticamente lo que se nos presentara.

Unos 3 ó 4 días más tarde, llegamos al campamento de la carrera en Kumara. Se respiraba un buen ambiente. Impostores como yo se codeaban con leyendas de las carreras de aventura y atletas reconocidos nacional e internacionalmente. También estaba la gente con la que aprendí a remar y hasta algunos compañeros ocasionales de entrenamiento.

Montamos la carpa entre un argentino que vive en NZ desde hace 20 años y el grupo de Jared, un amigo que inicialmente iba a hacer la carrera en equipo pero su compañero se lesionó entrenando y lo desafío a hacerla en solitario.

Luego llegaron Bridget y Jack, una muy joven pareja que se había ofrecido como equipo de apoyo. Yo trabajaba con él y, aunque éste conocía poco sobre este tipo de carreras, yo sabía que iba a tener un papel fundamental en esta aventura y era alguien en quien podía confiar. Bridget es una corredora a nivel universitario, de las mejores de ese país, cuyo tiempo en los 10 km es casi 10 minutos más rápido que el mío.  Mayde, como siempre a mi lado, sería la pieza clave del team con su experiencia en carreras y por conocer mejor que nadie al loco que iba a participar. Además, como el patrocinante era Speight's, una cervecería local importante, tanto los atletas como su equipo de apoyo tenían acceso ilimitado a sus productos durante el evento. ¡Un buen incentivo! 


Primer día:

Levantamos campamento y me despedí del equipo de apoyo; para ellos también iba a ser un largo día. Nos veríamos nuevamente al inicio de la sección de "trail running". Junto a mi vecino Jared, salí del campamento en bicicleta. A un par de kilómetros del campamento, dejamos las bicis y seguimos a pie hacia la playa Kumara, costa oeste de Nueva Zelanda.

Frente al Mar de Tasmania, el ambiente entre corredores era tranquilo. Creo que el estoicismo es una de las características innatas de los neozelandeses. Nada de estridentes himnos ni delirios de grandeza. Esto no era la UTMB. Sólo éramos algunos personajes con déficit de atención en materia deportiva o trastorno de personalidad múltiple atléticamente hablando con un par de largas jornadas por delante. Sin embargo, había más de 20 nacionalidades distintas. Es más, por primera vez, hasta un venezolano había. ¡Qué responsabilidad!

Nos ubicamos en nuestros respectivos grupos numéricamente y, sin que el organizador dijera mucho, aparte de desearnos buena suerte y pedirnos que nos cuidáramos, se dio la partida.

Con Jared, minutos antes de la salida.

1era etapa: 3km de carrera por asfalto.

La estrategia para mí era sencilla. No fijarme mucho en lo que hicieran los demás y correr a un ritmo no más rápido que el de una media maratón. Si iba a hacer algún esfuerzo grande, éste sería en la bicicleta para alcanzar algún pelotón.

2da etapa: 55km de ciclismo de ruta.

Llegué sin mucho agite a la transición. Gente saliendo por todos lados. Ciclistas pasaban por detrás mientras que corredores se atravesaban en búsqueda de sus bicis. Me cambié de zapatos y salí de ahí lo más rápido que pude para tratar de juntarme con un buen grupo. 

A los pocos minutos formamos un grupo de 5 ciclistas, cada uno tomando turnos de no más de 30 segundos. No mediábamos palabra, pero había un trato tácito y un trabajo por hacer. En menos de 15 minutos alcanzamos a un gran pelotón y ahí nos quedamos. 

Pacientemente esperaba que me llegara mi turno de ir al frente, pero éste nunca llegó. Más bien me quedé sentado a mitad de este gigantesco grupo a un paso un poco más fuerte de lo deseado, preguntándome si tal vez me había ido con un grupo superior a mi capacidad. 

No hay duda que rodar en pelotón tiene sus beneficios. Prácticamente no sentí la subida y, antes de lo esperado, llegaba a la siguiente transición.

3ra etapa: 33km de carrera de montaña.

Apenas llegué a la transición vi a Bridget, quien se llevó mi bicicleta. Jack me agarró por el maillot y me llevó donde estaba Mayde, quien me dio de comer y me ayudó con los zapatos y me colocó el bolso con el material obligatorio. ¡Qué buena transición! Me quería quedar felicitándolos y echando cuentos, pero había mucho camino por recorrer. Luego me contarían que la zona de transición fue un caos, con gente cayéndose a gritos, corredores extraviados y bicicletas e indumentaria regadas por doquier. Ni cuenta me di. 

Comencé tranquilo. Sabía que había entrenado diligentemente la carrera y que estaba corriendo mejor que nunca. Pensaba que tal vez ésta iba a ser mi mejor etapa y calculaba unas 6 horas para este tramo. 

Había varios factores que tomar en cuenta: la ruta es sumamente técnica, no está marcada, hay cruces de río bastante altos (creo que son 23 en total) y hay posibilidades de perderse.  

Los primeros 2 km son por senderos nada técnicos. Veo el primer río, más o menos defino por dónde iba a cruzar y me lanzo al agua. Al pegar los primeros brincos entre piedras y con algo de corriente, me da un fuerte calambre en el isquiotibial. Tremendo inicio, pensaba, estoy acalambrado en medio de un río y con agua hasta la cintura. Medio salí de ahí y estire un poco. Lo más probable es que haya sido el cambio de disciplina o el contacto con el agua fría. Afortunadamente, fue la única vez que tuve que lidiar con calambres. 

Es muy emocionante ir brincando entre piedras y luchando por conseguir la mejor pisada y mantener la velocidad en terreno terriblemente inestable. Sin embargo, es una actividad que a mí me pone anaeróbico en cuestión de segundos. Bajé el paso un poco y comencé a tratar de seguir a los demás participantes. Había de todo. Unos que iban flotando como si el terreno no les afectara y otros que hasta peor que yo se veían. 

Era en los cruces de río en los que perdía más tiempo y me pasaba más gente. Comencé a poner más cuidado en la pisada y enfocarme en la técnica. ¡Iba mejorando poco a poco! Estaba disfrutando un montón y hasta me auto-congratulaba, "ya no me pasa nadie" pensaba; hasta que me di cuenta de que estaba totalmente solo. Resulta que por andar viendo la pisada, seguí por el cauce del río sin ver el cruce. A devolverme, ni modo. 

Una de las estrategias que sí funciono fue llevar poca agua y beber de los ríos con un termo vacío que tenía a la mano. Así que, en vez de probar cuán rápido podía hacer cada cruce, lo tomaba como una oportunidad para hidratarme. 

En una de las secciones llamada "Boulders" por sus enormes rocas, me lancé río arriba tratando de seguir al competidor que tenía adelante. Subíamos, escalábamos y prácticamente gateábamos hasta que miramos hacia un costado y vimos a varios de los competidores que habíamos pasado en secciones previas trotando felizmente por un sendero paralelo. "Another Aucklander, eh?" me dice el pana. "Sort of" le contesto. Nada como saberse la ruta.

Más adelante me encuentro con Rob, quien es el dueño de la tienda donde compré el kayac. Este año decidió competir en equipo y sólo iba a hacer el trote y la última rodada. Me dijo que iba bien y que una vez que llegara a la cima, sólo me faltarían 2 horas. ¿Que?! Yo juraba que lo que faltaba desde ese punto era 10 km de bajada o una hora en el peor de los casos. 

Comencé la subida y se me hizo rápida. La mítica Goat's Pass. La había visto tantas veces en videos y fotos. Hoy la cruzaba. Endorfinas a millón. Faltaba mucha carrera y no estaba yendo tan bien como esperaba en la parte de montaña por falta de técnica, pero estaba feliz.

La bajada no tuvo mucho relevante. Terreno lento y técnico, más cruces de río y más piedras. Me volví a perder. Regresé al cruce y no veía camino obvio. Esperé a otro competidor y me resigné a seguirlo. Veía gente muy golpeada y muchas torceduras de tobillo. Finalmente, llegamos como a una planicie de piedras y de ahí a la meta. Me recibe Steve Gurney, 9 veces campeón de esta carrera. Me da una cerveza y le cuento que a los 2 días de llegar de Venezuela a NZ en octubre de 2011 me lo conseguí en la calle y le dije que quería hacer esta carrera algún día. ¡Pues ese día llegó un par de años antes de lo esperado! La primera jornada terminaba en poco más de siete horas y media. 


El equipo de apoyo me esperaba con cerveza y comida. Del tiro me tomé unas 4 cervezas (2 más de las que suelo aguantar) y estaba tan prendido que me tambaleaba al caminar. Pasé al grupo con el que entrenaba kayac y no sé si me miraban con disgusto, asombro o complicidad. 

Nos fuimos al campamento. Yo estaba contento pero en el fondo sabía que la limitante fue la técnica más que las condiciones físicas. Hice 5:42 en esa etapa, mejor de lo previsto, pero con un leve sabor amargo. Durante los meses de entrenamiento, me enfoqué mucho en mejorar las condiciones y, gracias a cierta consistencia y mejor alimentación, lo logré...pero para esta ruta se requiere especificidad. Tenía que haber entrenado en terreno similar.

Ahora sólo quedaba comer bien y descansar. Apenas estaba a mitad de camino. El día siguiente tendría que hacer, entre otras cosas, el tramo que más respetaba: kayac en aguas bravas.

Continúa.

Félix

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