Absurdo. Imposible. Inconcebible. Incomprensible.
Mayde pasaba su quinto día internada en la unidad de cardiología. Finalmente, le darían de alta, pero sin diagnóstico ni respuestas concretas.
¿Por qué? ¿Cómo? ¿Y ahora qué? Nos íbamos a casa llenos de preguntas.
Parecía ya una eternidad, pero apenas unos días antes salimos a participar en otra carrera. En las semanas previas habíamos hecho la ruta de esa prueba unas 4 veces, 3 veces juntos y una vez cada quien por su cuenta. A pesar de ser un recorrido en asfalto, nos sentaba muy bien: una gran subida hasta la cima de Mt Coot-Tha y luego un largo y empinado descenso de aproximadamente 3 kilómetros. En los entrenamientos, ambos subimos bien, tal vez yo llevaba una leve ventaja, cosa rara realmente, pero en la bajada tenía que acelerar al máximo para poder seguirle el paso a Mayde.
El día de la prueba, conversábamos sobre estrategias. Yo le comenté a Mayde que al terminar la primera subida, iba a apretar un poco el paso hasta la subida principal y de ahí ver cómo iban las sensaciones. Ella quedó en que iba a hacer su propia carrera, que por lo general significa que en algún momento, avanzada la prueba, me iba a alcanzar.
Nos ubicamos mal en la línea de salida y tuvimos que zigzaguear para poder pasar a muchos que caminaban en esa primera subida. Una vez arriba, como planificamos, me adelanté a un buen paso. En la subida principal me sentí fuerte y bajé significativamente mis tiempos de entrenamiento. Un último empujón hasta el kilómetro 7 y luego para abajo. Iba bien, pero no descartaba que en la larga bajada Mayde me llegara. Si eso pasaba, pues cruzaríamos la meta juntos, como en tantas oportunidades previas. Después de un rato, dejé de esperarla y me concentré en pasar a los que tenía adelante. Así fue y mejoré el tiempo de entrenamiento en casi 5 minutos.
Mayde no me alcanzó en la bajada. Seguramente, tuve un buen día y ella uno promedio, pensé. Sin embargo, tenía certeza de que ella no tardaría. Pasaron un par de minutos y nada. Pasó el tiempo que hicimos en entrenamiento y nada. No sabía qué hacer. Algo andaba mal. La gente llegaba en masa y nada que venía Mayde. No quería desesperarme, pero estaba preocupado.
No pregunté a la organización porque todavía venía gente bajando de la montaña. Me acordé que, al inscribirnos en la prueba, nos pusimos mutuamente como contacto de emergencia pero ninguno cargaba el teléfono consigo. Me fui corriendo a la casa (a tan sólo 1,5 kilómetros de la llegada de la carrera) para buscar el móvil. Una vez en casa, me llama Óscar, un amigo venezolano, cómplice en esto de hacer carreras. Me dice: "Chamo, vente para acá que Mayde no está bien". Inmediatamente, me la pone y con un tono bastante inusual ella me dice, "Me siento rara. Esto no es normal. Estoy asustada".
Corrí nuevamente hacia el sitio del evento. No quería pensar; sólo corría, incrédulo. La mayoría de la gente se había ido. Sólo quedaban 2 ambulancias. En una de ellas estaba Mayde, pálida y con los labios morados. Hemos pasado por muchas aventuras, carreras de varios días, ultramaratones, etc. Hemos llegado a nuestros límites de fatiga antes, pero nunca la había visto así. El recorrido era duro, sin duda, pero era una carrera corta y estábamos en relativamente buenas condiciones, además de haber hecho la ruta unas 4 veces antes. Me senté en frente y arrancamos en la ambulancia, mientras la paramédico me contaba lo que sabía: Mayde se había desmayado. Al volver en sí, no podía ni decir su nombre.
Llegamos al hospital y la llevaron directamente a emergencias. Ahí estuvo un rato mientras le hacían algunas pruebas. Pudimos conversar un poco y ella volvía a sonreír y trataba de reconstruir los hechos. Cuando se calmó la situación, salí a conversar con Óscar, quien nos brindó un gran apoyo en toda esta situación. Además él, por experiencia propia, sabe cómo manejarse ante este tipo de eventos.
Hablamos unos minutos y luego entré nuevamente a emergencias. ¡Otra vez, todo se volvió un caos! Enfermeras corriendo de un lado para otro. Cuando apenas me pude asomar, vi a Mayde conectada al oxígeno y con la mirada perdida. Me dicen que nos vamos directamente a cardiología porque Mayde tiene dolores agudos de pecho. En el ascensor, había un silencio de esos aterradores. Apenas se abren las puertas, Mayde comienza a vomitar. ¿Qué es esto? No entiendo nada. Hace un par de minutos nos estábamos riendo, de lo más normal.
De esa misma habitación compartida, no se movería durante los próximos 5 días. En las pruebas de sangre, aparecía una enzima elevada, que es consistente con daño cardiovascular. Aunque Mayde estaba en sus sentidos y, después de un rato, lucía recuperada, optaron por internarla para poder practicarle todas las pruebas in situ, en vez de traerla como paciente ambulatorio. Por ser la salud pública en este país, a veces las esperas en calidad de paciente externo suelen ser largas.
Yo no comprendía mucho y me costaba atar cabos. Yo pensaba que tal vez pudiera ser deshidratación, golpe de calor, fatiga acumulada, etc., a pesar de ser una carrera que (sin ánimos de pedantería) no era gran cosa para todo lo que hemos hecho deportivamente en el pasado. No tenía sentido. Mucho menos que algo le pudiera pasar a ella. En serio, si hay alguien que sufre más en las carreras, suelo ser yo. Pero la doctora insistía en llevar los estudios a fondo y bastó una sola frase para convencernos a ambos: "Alguien con sus condiciones físicas que presente este tipo de cuadro pudiera estar en riesgo de muerte súbita."
A partir de ese momento, nuestra actitud cambió. Le hicieron pruebas de contrastes, angiografías, electrocardiogramas, pruebas de esfuerzo, etc. Hasta le hicieron una prueba, cuyo nombre se me escapa, en la que artificialmente le causaban una arritmia, con alguna especie de agente tóxico, en un ambiente controlado para ver cómo reaccionaba su corazón. Imagínate que te digan: "Bueno, ahora te envenenamos un rato para ver si el relojito aguanta y, cualquier cosa, aquí hay un tipo que te trae de vuelta del más allá con un par de descargas eléctricas si hace falta". Ella, valiente, aguantó todo. Yo pasaba mañanas y tardes con ella, pero en las noches me tocaba irme a casa. El único pensamiento que me ayudó para que no fueran peores las noches fue el saber que pronto le iban a dar de alta y que, aparentemente, estaba fuera de riesgo.
Descartaron de todo. Desde condiciones específicas que presentan los deportistas hasta posibles enfermedades congénitas. Finalmente, la decisión fue colocarle un monitor cardiaco subcutáneo, es decir, un implante del tamaño de una memoria de USB que va a registrar durante 3 años el comportamiento de su corazón. Cada 27 días se renueva la memoria del aparato, al cual afectuosamente bautizamos "la cajita negra", y no se le da seguimiento, salvo que ella sufra otro síncope. En ese caso, al volver en sí, ella debe pulsar un botón en el activador (otro aparato, esta vez afortunadamente externo) que debe cargar consigo en todo momento. De ahí, habría que ir a cardiología nuevamente para que descifren qué le pasó y esa lectura les ayude a llegar a un diagnóstico. No es preventivo, ya que aunque va internamente no está conectado a nada.
Salió del hospital y pasó una semana antes de que le colocaran el implante. Corrimos por el sitio donde se desmayó. Apenas le faltaban 3 kilómetros de bajada. Ella se acuerda que venía viendo a un par de chicas ya al final de la subida. Pensó en alcanzarlas antes de la bajada, pero luego optó por seguir a su ritmo y tratar de "agarrarlas en la bajadita". Iba a un paso controlado. Eso fue lo último que se recuerda. A los pocos días, contacté al corredor que la asistió inicialmente, pues ella se acordaba de su número de dorsal. Me cuenta que Mayde iba bien y de repente se comenzó a ir de lado, se torció el tobillo y, posiblemente golpeó la cabeza (nunca se le detectó golpe en la cabeza pero sí tenía el tobillo inflamado). Se paró y dijo que estaba bien, pero luego se volvió a "ir". Le ofrecí a Sean tomarnos unas cervezas y brindarle la inscripción para su próxima carrera, pero amablemente declinó y me dijo que "Es la forma australiana de ser, hacer lo correcto y ayudar a los demás". Le agradecí enormemente.
Finalmente, llegó el día en el que le pondrían el implante a Mayde. Iba a ser una operación ambulatoria y se quedaría el resto del día en observación. De ahí, en un par de semanas podía retomar sus actividades como si nada. La doctora sabía que el deporte era parte de su vida e hizo mucho énfasis en que le colocaría el aparato en el lugar que menos le estorbara y que debía volver a su rutina gradualmente.
Entró entonces al quirófano. Era cara conocida en el departamento. Me imagino que en cardiología no suelen ver a muchas personas jóvenes o por lo menos no muchas que practiquen deportes de resistencia. La trataron muy bien. De hecho, cuando ya van a comenzar la operación, le preguntan si quiere escuchar música. Les dice que sí y les pide AC/DC. En una escena un tanto surrealista, Mayde oye como suena un acorde estridente, seguido por la batería y comienza el coro "Oi, oi, oi, oi" y ve como se mueven las cabezas del personal médico uniformado en unísono con T.N.T de la mítica banda Aussie…"See me ride out of the sunset…" ¡Sólo en Australia!
La doctora nos afirmaba que tal vez su episodio fue algo fortuito, una serie de circunstancias que se juntaron inesperadamente y causaron el síncope, y que bien no pudiera volver a repetirse, pero lo mejor era darle el seguimiento necesario, especialmente por el hecho de que no se pudo llegar a un diagnóstico final.
Hoy, aproximadamente 2 meses después, finalmente tengo la tranquilidad para sentarme a escribir sobre esto sin tener un nudo en la garganta (bueno, por lo menos no un nudo tan grande como antes). Mayde ya ha vuelto a sus actividades, con el buen ánimo que le caracteriza. Su espíritu no flaquea. Yo sólo quedo como espectador, cada día más feliz de tenerla en mi vida y cada día con más energías para seguir concretando nuestros planes aquí en nuestro nuevo destino.
Lamento no haber podido mantener mejor al tanto a toda la familia y amigos en Venezuela, España, Perú, Estados Unidos, Argentina, Aruba y todos los lugares donde se encuentran nuestros seres queridos. Fueron momentos tensos y, tal vez, yo no sea tan fuerte como trato de aparentar. Le doy gracias inmensurables a las personas que nos han apoyado acá (si leen esto, pues ustedes saben bien quiénes son y de nosotros sólo pueden esperar el mismo apoyo y cariño).
Como comencé esta entrada con una cita célebre, la terminaré con otra: "La vida es como andar en bicicleta: Para mantener el equilibrio, hay que seguir en movimiento" Albert Einstein.
Pues, seguimos en movimiento, juntos.
Félix
Eso es falta de preñez!!! Mandale
ResponderBorrarGracias Jaime, alias, Doctor Corazón.
ResponderBorrarMe alegro que solo haya sido un susto .Palante pana, saludos.
ResponderBorrar¡Bravo a los dos! qué buen equipo.
ResponderBorrarPana, que duro leer esas lineas e imaginarme como estaban, pero a la vez que bueno leerlas como algo superado y saber de ustedes de nuevo por un blog. Se les quiere.
ResponderBorrarSaludos Gersi, Ligi y Rómulo. Gracias por los comentarios.
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